Señor
presidente del Gobierno de España, como a muchos españoles, me ha sorprendido
la intencionada filtración de la carta que usted le escribió al rey de
Marruecos, aunque, más que sorprendido, la noticia me dejó traumatizado,
completamente noqueado emocionalmente. Y no es para menos, porque ese cambio con
relación a la posición de España respecto al Sahara, y que el ministro de
exteriores, como si fuese un trilero, dice que no es un cambio, afecta
emocionalmente a muchos de nuestros compatriotas, ya que para ellos los
saharauis no son una abstracción, personas lejanas y desconocidas, sino que tienen
un nombre, una cara, un cuerpo y un acento concretos, pues han convivido
estrechamente con ellos. Las miradas y risas de aquellos niños, hoy hombres y
mujeres, aún están frescas en las retinas y oídos de las buenas gentes de
España que los acogieron cada verano en el seno de sus familias, como hijos,
como hermanos. Otros, aunque no tuvimos la suerte de disfrutar de su presencia
en nuestras casas, todavía arrastramos la parte alícuota de vergüenza por la
dejación del Estado Español de sus obligaciones, expresadas por la ONU,
abandonando a toda una población, con DNI
y pasaporte español, en manos de Mauritania y Marruecos, situándose en una
posición ambigua. ¡Vergonzoso! No sé si somos muchos quienes hemos sufrido este
impacto emocional, aunque podría ser que fuésemos una inmensa mayoría, sobre
todo si se diese una sincera y exhaustiva información sobre la cuestión
saharaui, cosa que dudo mucho que usted vaya a hacer, dada su natural tendencia
a lo que se ha dado en llamar “real politik”, esa mierda que deja al
margen los sentimientos de los pueblos. Pero le dejo una pregunta en el aire: ¿Es
posible escribir la Historia sin sentimientos y emociones? Muchos, como
Galdós, pensamos que no, en su ausencia la Historia pierde humanidad, esencia,
quedando vacía e inútil.
José
María Sanchez-Bustos
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