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jueves, 30 de enero de 2025

     


     TRAS LOS PASOS DE DON MIGUEL DE UNAMUNO EN SALAMANCA

Hoy os invito a un paseo por la ciudad de Salamanca, a recorrer algunos de los escenarios en los que el Magnífico Rector de la más antigua y aún viva universidad de España.

            Don Miguel llegó, desde su ciudad natal, Bilbao, a Salamanca en 1891 como catedrático de griego en la Universidad. Entonces él ni se lo podía imaginar, pero esta ciudad sería su refugio, su fuente de inspiración, su hogar y el de muchos de sus descendientes, que aún hoy se sienten tan salmantinos como el que más.

            A lo largo de su vida, dejó huellas imborrables en la ciudad y en su universidad, tanto en los ámbitos académicos y culturales como políticos, siendo reconocido con los honores reservados a las personas más preclaras: Rector de la Universidad (desde 1901 a 1914 y entre 1931 y 1936),  concejal y alcalde honorífico.

            Y hoy en día, después de casi noventa años después de su muerte, acaecida el 31 de diciembre de 1936, todavía se siente y se palpa su legado en las calles plazas y edificios de Salamanca, de la que escribió estas sentidas palabras:

Del corazón en las honduras guardo tu alma robusta; cuando yo muera guarda, dorada Salamanca mía, tú mi recuerdo. Y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje, de lo eterno heraldo, di tú que he sido.  

Primera parada:

La Plaza Mayor


No dejéis de visitar el café Novelty, donde don Miguel acudía asiduamente a departir con sus contertulios. Y, aunque puede que alguien eche de menos allí una representación de él, como la escultura de don Gonzalo Torrente Ballester, también ilustre escritor afincado en Salamanca, pero gallego, el ambiente del local podría transportar a cualquiera al pasado, cuando don Miguel, en carne y hueso, hubiese podido ocupar el lugar que hoy ocupa don Gonzalo, sentado ante un viejo velador, desde donde se puede admirar el ágora, un cuadrilátero irregular sorprendentemente armónico, según el propio don Miguel, con sus arcadas tachonadas de medallones con las efigies de personajes ilustres. Os invito a buscar el suyo en la del lateral a la derecha del Ayuntamiento, desde cuyo balcón principal don Miguel proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931

 

Segunda  parada:

La Casa Museo Unamuno


Propiedad de la Universidad, fue el hogar de don Miguel durante su primera etapa como rector, de 1900 a 1914, sita en la calle Libreros muy cercana a la Universidad, que no hay que confundir con la de la calle Bordadores, donde él vivió después hasta su muerte, y de la que luego hablaré.


    Atribuida a Quiñones, se construyó en el XVIII, hoy convertida en museo conserva la biblioteca privada de don Miguel, con más de 6.000 libros, así como su despacho objetos personales, manuscritos y correspondencia, que dicen mucho de su vida y pensamiento.  


Tercera parada:

La Universidad

La Universidad de Salamanca, Univeresitas Studii Salmantini, en latín, fue la primera institución educativa europea en tener el título, propiamente dicho, de universidad, siendo su antecedente el Studium Generale, instituído en 1218 por el rey don Alfonso IX de León, que dio paso a la Universidad, merced a la real célula de Alfónso X, el Sabio, fechada el 9 de noviembre de 1252, y que fue ratificada en 1255 por el papa Alejandro IV.

El emblemático edificio de las Escuelas Mayores, construido, como los que lo rodean, entre las postrimerías del XV y principios del XVI, parece ser contemplado por la estatua de fray Luís de León, también catedrático de griego, como don Miguel, y que, como este, también sufrió destierro. Fray Luís por tener la osadía de traducir la Biblia al Castellano y don Miguel por decirle cuatro verdades al espadón del rey Alfonso XIII, el general Primo de Ribera, su tocayo. Curiosa convergencia. Así que podría ser verosímil poner en boca de don Miguel la famosa frase de fray Luís: Decíamos ayer, pronunciada desde su cátedra en el aula que hoy lleva su nombre cuando regresó de su encarcelamiento.

El Paraninfo es el escenario de los grandes acontecimientos de la Universidad. En él la imaginación de muchos podría desbordarse al rememorar la frase lapidaria: Venceréis, pero no convenceréis, pronunciada allí por don Miguel en su último discurso. 

Cuarta parada

El convento de San Esteban

Los frailes dominicos, que tenían su asentamiento extramuros de la ciudad, tras una crecida del Tormes que destruyó su viejo convento en 1256, se instalaron en el solar que hoy ocupa este impresionante edificio, joya del plateresco, que fue construyéndose a lo largo de tres siglos merced a generosas donaciones de la nobleza salmantina, provocadas por el buen oficio mendicante de los frailes. 

    En 1987, don Miguel se enclaustró en este convento. Tres días al menos duró su encierro voluntario, en los que, gozando de la paz de sus estancias, especialmente la del Claustro de los Aljibes, cuentan que encontró la paz espiritual e inspiración y reflexión sobre la fe, la espiritualidad y el sentido de la existencia, cuestiones que están presentes en su obra Del sentimiento trágico de la vida.  

                                                                 
Claustro de los Aljibes
Quinta parada

Palacio de Anaya

Otra de las joyas arquitectónicas de Salamanca, situado frente a la Catedral y construido en el siglo XVIII, fue sede del Colegio Mayor de San Bartolomé. En él es destacable su fachada neoclásica. Hoy alberga la Facultad de Filología.

En su interior, es de admirar la escalera imperial. Si os animáis a subir, encontraréis un interesante busto de don Miguel.


Sexta parada

                                        La última morada de don Miguel

En la calle Bordadores, a la derecha de la Casa de las Muertes, encontramos la que fue morada de don Miguel en su segunda etapa como rector de la Universidad. Un edificio, aunque no muy suntuoso, siempre ha sido muy entrañable para mí. Vecinos de la familia de don Miguel , vivían en el mismo edificio los Cuadrado, a los que conocí estrechamente y me dieron la oportunidad de conocer a Felisa, hija de don Miguel.

    Y, frente a ella, encontraremos su estatua, obra de Pablo Serrano, que habla por sí sola.

Séptima parada

El soto de altas torres

Con este símil definió la imagen reflejada sobre el Tormes. Siempre lo recuerdo al contemplar el conjunto de las Catedrales, la Nueva y la Vieja, la Universidad y Casa Lis, que se miran en el espejo del río.

Aquí termina el paseo, pero, si alguno queréis acercaros al cementerio de San Carlos Borromeo, allí podrá leer, escrito sobre su tumba su epitafio:

“Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,

misterioso hogar, dormiré allí,

pues vengo deshecho del duro bregar”

 







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